Hay historias que se escriben mucho antes de que sucedan. A veces empiezan en una cocina diminuta, otras en una libreta, y en ocasiones —como en este caso— nacen entre risas, cansancio y dos copas de vino al final de largas jornadas de trabajo. Así empezó Islares Norte, el restaurante bilbaíno de Julen Bergantiños, que este año ha recibido una inesperada estrella Michelin. Inesperada para algunos, quizá, pero no para quienes le hemos visto soñar, esforzarse y quemar los barcos para volver a casa y levantar, con sus propias manos, el proyecto de su vida.
Un sueño que se cocinó entre Vic y Manlleu
En aquellos días en Vic, cuando él llegaba desde Manlleu y yo desde el propio Vic, quedábamos después del curro simplemente para respirar, desconectar y, cómo no, irnos de vinos. Entre copa y copa hablábamos del futuro. Él siempre volvía a lo mismo: Bilbao, su tierra, su casa, su norte. Fantaseábamos con lo que sería abrir un pequeño proyecto allí, algo humilde pero con alma, un lugar donde la cocina hablase de él, de sus raíces y de su manera de entender el sabor.

Lo bonito de aquellos sueños era que no sonaban imposibles; sonaban lejanos, sí, pero llenos de verdad. Había cansancio en nuestras miradas, pero también ilusión, y en la suya se veía claramente que, tarde o temprano, ese restaurante existiría.
Quemar los barcos
La historia de Julen no es solo la de un cocinero que vuelve a casa: es la de alguien que decide jugársela entera. Que deja atrás la comodidad, la rutina y los trabajos seguros para apostar por una idea que llevaba años empujando desde dentro. Esa filosofía de quemar los barcos —la convicción de que, cuando no hay marcha atrás, la única opción es que salga bien— define, quizá mejor que nada, el espíritu de Islares Norte.

Y ahí está el mérito verdadero. Porque abrir un restaurante es duro. Hacerlo sin red, más duro todavía. Y hacerlo con humildad, cariño, coherencia y respeto por tu tierra… eso ya es de valientes.
Bilbao como destino y recompensa
Islares Norte aterrizó en Bilbao sin grandes pretensiones, pero con un mensaje claro: ofrecer una cocina honesta, íntima, un pedacito del Julen que conocimos en Vic, trasladado a una ciudad que lleva tatuada en el alma. Era cuestión de tiempo que la gente lo viera. Pero que la Guía Michelin lo reconociera tan pronto con una estrella… eso sí que nos pilló por sorpresa.

A mí, personalmente, la noticia me llenó de una mezcla rara de emoción, nostalgia y orgullo. Porque sé de dónde viene ese sueño, lo que costó imaginarlo, lo que costó perseguirlo y lo que significaba para él. Y ver cómo hoy brilla, cómo recibe este reconocimiento enorme, es simplemente maravilloso.
Una estrella que ilumina algo más que una cocina
La estrella Michelin es solo un símbolo. Un símbolo precioso, sí, pero lo verdaderamente importante es lo que representa:El camino recorrido. La valentía. El trabajo constante. Y ese fuego interno que tienen los que aman lo que hacen.
Julen ha demostrado que los proyectos nacidos desde la humildad, desde la verdad, desde el corazón, también pueden brillar al nivel más alto. Y que cuando uno decide “quemar los barcos”, puede descubrir que al otro lado del fuego no hay riesgo: hay destino.
Brindo por ti, amigo
Por todo lo que soñamos entonces y por todo lo que estás logrando ahora. Por tu Bilbao, por Islares Norte, por tu cocina. Y por esa estrella que, aunque inesperada, te describe perfectamente. Te lo mereces, amigo y compañero de fatigas. Y lo que viene ahora… solo puede ser aún más grande.
