Conocer regiones vitivinícolas es uno de los grandes privilegios que nos regala el trabajo cuando nos movemos con el truck. Hace unas semanas tuvimos la suerte de ir un poco más lejos de lo habitual, hasta tierras palentinas, guiadas por María Luisa González, directora del Museo del Cerrato. Estudiamos juntas un máster de enoturismo y aún teníamos pendiente esta visita para descubrir, por fin, ese patrimonio único del que tanto nos había hablado.
La excusa perfecta fue la XIV Feria del Queso y el Vino de Baltanás, donde durante un día entero servimos copas de vino de todas las denominaciones de origen de Catalunya: un pedacito de nuestra tierra que debía maridar con los magníficos quesos de la zona. Pero el día anterior, justo al llegar, disponíamos de un par de horas para perdernos… y teníamos clarísimo cuál era el “imperdible” de la localidad.
El barrio de bodegas de Baltanás, un tesoro bajo tierra
En lo alto del cerro de Baltanás se esconde un tesoro subterráneo que seduce por igual a curiosos, amantes del vino y cazadores de lugares con alma: el barrio de bodegas. Este laberinto excavado a pico y pala reúne 374 bodegas distribuidas en hasta seis niveles, algunas del siglo XVI, y todas ventiladas por pequeños respiraderos o zarceras que asoman en el paisaje como diminutas chimeneas.
Declarado Bien de Interés Cultural, es un conjunto etnográfico que conserva no solo una arquitectura tradicional única, sino también la memoria de un modo de vida profundamente ligado al vino.
La Zarcera: hospitalidad, vino y sabor local
En pleno corazón de este entramado subterráneo se encuentra La Zarcera, un centro enoturístico y un refugio perfecto para reponer fuerzas. Allí llegamos con hambre y sed, y Patxi y Julia nos recibieron con un surtido delicioso de embutidos y quesos locales, una reconfortante sopa castellana y unas galletas con chocolate negro.
Todo ello acompañado de una botella de vino de licor de uva del productor Esteban Araujo, que compramos allí mismo: un final dulce para entrar en calor y aclimatarnos al frío de ese fin de semana.
La tradición quesera que mueve al pueblo
Pero la riqueza gastronómica de Baltanás va más allá de su patrimonio vinícola. La tradición quesera late con fuerza en su cooperativa, un proyecto colectivo que lleva más de medio siglo transformando la leche de las explotaciones locales en algunos de los quesos más reconocidos de la provincia.
Fundada en los años sesenta y hoy integrada en Agropal, la cooperativa mantiene una filosofía arraigada al territorio: leche cruda, curaciones largas y un saber hacer que pasa de generación en generación.
El Cerrato contado desde su museo
Antes de despedirnos, una parada en su tienda resultó inevitable… y reveladora. Allí descubrimos su pequeño “outlet” de quesos: piezas elaboradas por ellos que, al cortarse, no quedan perfectas para el lineal, pero que son igual de buenas. Envasadas, refrigeradas y con precios estupendos, convertían la visita en una tentación imposible de resistir. Con el coche literalmente lleno de queso, tocaba dar paso a la parte cultural del viaje: la visita al Museo del Cerrato.
La experiencia guiada nos permitió comprender de un vistazo la historia económica, paisajística y humana del Cerrato, además de descubrir el maravilloso edificio barroco del antiguo Hospital de Santo Tomás. Sus yeserías, su pequeña pero cuidada pinacoteca y su colección de arte religioso —llena de anécdotas narradas con la pasión contagiosa de Luisa— hicieron de esta visita el broche final.
Y qué os vamos a decir… Nos quedamos con ganas de más. De volver a Palencia, de recorrer otros barrios de bodegas del Cerrato, que hay más!, de seguir disfrutando de platos de cuchara y cocina de fuego lento, y de continuar bebiendo —y viviendo— el Cerrato palentino. Porque hay lugares que te reciben con sabor, con historia y con vino… y Baltanás es, sin duda, uno de ellos.
