Hace una semana que hemos cambiado la cafetera que teníamos hasta ahora. Esa Nespresso que nos hizo disfrutar de un buen café y hasta te puedo decir, que consiguió poco a poco, que nos hiciéramos adictos a ella. Dejamos de tomarlo en los restaurantes y cafeterías para poder llegar a casa y darle al botoncito.
Con ella vivimos la fiebre de la marca, las cápsulas pirateadas y la degustación de cada nueva que salía al mercado. Vimos que hasta en restaurantes, hoteles y despachos la cafetera estaba presente. He sido protagonista de la colaboración de mis compañeros de oficina para recolectar las cápsulas para el colegio de parvulario y parte de primaria de mi hija, que las profesoras las utilizaron para muchísimas actividades, entre ellas, las flores de Sant Jordi y también no olvidar que, algunas amigas hicieron bisutería fantástica con ella.
Javier, que está siempre a la última en cuanto a tecnología, me comentó que iba a cambiarla y así ha sido. Una preciosa Lattisima DeLongui Plus queda sustituida por la clásica. La pobre se ha quedado en un rinconcito de la cocina, sin protagonismo ninguno, esperando que la cafetera que tenemos en el despacho que concienzudamente arregló mi compañero Kiko de Mantenimiento (porque alguien no se dio cuenta que no había agua) «estire el filtro».
La nueva es compacta con varios botones nuevos programables (uno para Expresso, otro para Largo, otro para Capuccino y otro para Latte Machiatto); una jarra para la leche extraíble que puedes guardar en la nevera y la del agua que tiene la misma función que con la otra; bandeja antigoteo regulable para vasos más grandes; se apaga sola cuando se queda encendida con lo cual ahorras energía; rueda reguladora para la espuma de la leche y surtidor; alarma para realizar descalcificación y ajuste de la dureza del agua. Vamos un transformer cafetero!!!.
Javier la encontró más barata en otra tienda que no es la oficial y con un descuento de 60 € en café. Aviso que solo funciona con cápsulas Nespresso.