Cuando pensamos en escapadas enogastronómicas en Cataluña, solemos mirar al Priorat o al Penedès. Pero, al margen de las rutas más transitadas, hay una comarca que empieza a reclamar con fuerza su lugar en el mapa: el enoturismo en la Conca de Barberà, un destino donde tradición y vanguardia se dan la mano entre viñedos, montañas y pueblos con historia. Y si hay un evento que resume perfectamente esta esencia, ese es el reciente Festival de la Nit 5.1.
Festival de la Nit 5.1: tradición e innovación
La cita anual está organizada por Conca 5.1, una asociación que trabaja para dar a conocer y hacer reflexionar sobre el vino y la cultura de su territorio. No es un evento más: es un punto de encuentro entre artistas, productores, pensadores, periodistas y vecinos que se reúnen para reflexionar sobre el futuro del mundo rural desde el corazón de la Conca. Con actividades culturales, debates, conciertos y, por supuesto, vino.

Este festival se ha convertido en un símbolo de cómo la tradición puede dialogar con la innovación. Una celebración que pone en valor el paisaje, las personas y el producto local.
Este año disfrutamos especialmente de los conciertos del sábado, y siempre nos sorprende encontrar un rincón con vistas para disfrutar, copa en mano, del juego de luces que se crea con la puesta de sol sobre viñedos y campos dorados…
Aunque su ubicación habitual es el Castillo de Barberà de la Conca, este año el evento se trasladó al Viver de Celleristes, una iniciativa que permite a nuevos proyectos arrancar en un espacio compartido y les da impulso para establecerse de forma independiente tras ese periodo de incubación.
Gracias a esta propuesta, jóvenes viticultores y enólogos están llegando con fuerza, impulsados también por el buen ambiente que reina entre las nuevas generaciones que han decidido quedarse, valorando profundamente su comarca y a sus vecinos.
Un legado centenario
Quizás todo esto sea un revival de lo que sucedió hace ya cien años en esta región, situada a apenas una hora de Tarragona (menos aún ahora, con un nuevo y flamante túnel que reduce a la mitad el trayecto).
Fue entonces cuando la primera bodega “catedral del vino”, obra de Cèsar Martinell, se construyó en Rocafort de Queralt, y sigue hoy en día funcionando como cooperativa de vino y cava. Actualmente forma parte de Cellers Domenys, una “cooperativa de cooperativas” con producto en la DO Conca de Barberà, DO Penedès y DO Cava.
Aquellas bodegas, fruto del esfuerzo colectivo y el sentido de comunidad, transformaron económica y socialmente esta tierra. Varias de ellas siguen en pie, activas y conservando sus bellos edificios modernistas como testimonio de un legado único.
Cita imprescindible: Festa de la Verema de l’Espluga
Otra ocasión ideal para visitar la comarca es la Festa de la Verema de l’Espluga de Francolí, este año del 29 al 31 de agosto. Una celebración auténtica y local, a la que algunos turistas se suman tras visitar el cercano Monasterio de Poblet o el impresionante conjunto medieval de Montblanc.

Según nuestra experiencia, esta fiesta es el plan perfecto de tarde-noche para finales de verano, en septiembre, cuando sentimos que lo bueno se acaba y brindamos con más ganas que nunca antes de volver a la rutina. Allí quedamos, compartimos risas, vinos y algo de buen picoteo.
Tres bodegas de la DO Conca de Barberà imprescindibles
Y si buscas visitas enoturísticas en petit comité, aquí van tres propuestas muy recomendables:
- Celler La Llena, en Vilanova de Prades: viñedos en altura y una bodega de espíritu natural, como sus propietarios, Iris y Ernest. Pura autenticidad.
- Josep Foraster, en Montblanc: con Ricard, de mi quinta, al frente. Fueron pioneros en apostar por las variedades locales, modernizar etiquetas, salir al mundo a vender y abrir su bodega como espacio de visita, incluso con piezas de trabajo agrícola a modo de museo.

- Carles Andreu, en Pira: quizás la más clásica de las tres, pero fiel a su estilo. Sus cavas destacan por la burbuja fina, el carácter local y un saber hacer impecable. Nos encantan sus monovarietales de Trepat, pero aún más sus cavas: en cupaje, en rosados y en monovarietales

Trepat: la uva que solo crece aquí
Hasta ahora hemos hablado de experiencias pero hay algo que solo tiene la Conca de Barberà: el Trepat, una uva tinta 100 % autóctona. De las 1.100 hectáreas que existen en el mundo, 1.000 se cultivan aquí: un 90 % del total global.

Durante años se utilizó casi exclusivamente para espumosos, pero en la última década el Trepat ha protagonizado una auténtica revolución. Ligero, especiado y con una acidez viva, ofrece tintos y rosados de gran personalidad, ideales para quienes buscan algo diferente. Cada vez más bodegas de la zona apuestan por elaboraciones monovarietales que muestran todo el potencial de esta joya bien adaptada a su territorio.
Para quienes buscan un enoturismo todavía muy auténtico, humano y cercano, la Conca de Barberà es una escapada imprescindible.
Y tras la energía que nos queda del Festival de la Nit 5.1, queda claro que esta región aún tiene mucho por contar… y mucho por brindar.