La gastronomía en la literatura tiene el poder de despertar recuerdos, y en mi caso, todo empezó con una merienda como ésta:
“Se sentaron a tomar el té, ¡ojalá no hubieran almorzado tanto! Sobre la mesa había un gran jamón, crujientes rebanadas de pan, lechugas frescas, rábanos y en el aparador un enorme pastel y una fuente llena de ricas tortitas. También había bloques de mantequilla y jarras de leche, además de miel y mermelada casera.”
Sin lugar a dudas, este fue mi primer contacto con un mundo que me sigue fascinando. ¿Alguien en la sala ha reconocido el fragmento?
Pertenece a uno de los libros de Los Cinco, de Enid Blyton. Esa pandilla no perdonaba una comida, y sus emparedados, y el pastel de carne, y la zarzaparrilla y la limonada les acompañaban en todas las aventuras en la isla de Kirrin o por el campo. La comida era un personaje más y, siendo sencilla, Blyton la convertía en deseable y hacía que yo misma quisiera correr las mismas aventuras… ¡con los mismos pícnics!
Desde entonces, empecé a fijarme más en cómo los libros hablaban de la comida.
El papel de gastronomía en la literatura
Con los años descubrí que Enid Blyton no era la única que hacía de la comida un personaje secundario. En muchos libros las descripciones culinarias no son un simple adorno: son la textura, el olor y el sabor del mundo que se construye en la ficción. A través de lo que comen sus personajes, los autores nos hablan de clase social, de época, de emociones, de vínculos y, muchas veces, de identidad.
Pienso en Marcel Proust y en el primer volumen de la serie “En busca del tiempo perdido”, y su famosa magdalena mojada en té. Esa escena tan aparentemente simple, encierra toda una poética de lo cotidiano: cómo un sabor puede abrir una puerta cerrada en nuestra mente y devolvernos un pasado que creíamos olvidado.

Algunas de estas obras, como Como agua para chocolate o El festín de Babette, también aparecen en nuestro artículo sobre cine y gastronomía, donde exploro cómo la comida se convierte en protagonista también en la gran pantalla.
Aquí me detengo más en su dimensión literaria, en cómo la gastronomía en la literatura despierta emociones profundas y da voz a lo que muchas veces no se puede decir con palabras.
Y aunque muchas veces la comida en los libros se asocia con lo entrañable, lo íntimo o lo emocional, también puede ser cruda, provocadora o incluso incómoda. Joyce —¡amo a Joyce!— lo hace como nadie, usando el recurso gastronómico para mostrar sin filtros quién es su personaje principal en Ulises:
“El señor Leopold Bloom comía con deleite los órganos interiores de bestias y aves. Le gustaba la sopa espesa de menudillos, las mollejas, de sabor a nuez, el corazón relleno asado, las tajadas de hígado rebozadas con migas de corteza, las huevas de bacalao fritas. Sobre todo, le gustaban los riñones de cordero a la parrilla, que daban a su paladar un sutil sabor de orina levemente olorosa.”
Las bicicletas son para el verano, y los libros también
En verano parece que los viajes tienen que ser perfectos, y las lecturas también. Por eso, me encantan los libros que me hacen viajar con sus recetas y sus anécdotas por cualquier punto del globo, pero en especial aquellos que me hablan de Italia y Grecia.
Son, para mí, pequeñas joyas donde la gastronomía en la literatura se convierte en un puente entre culturas, emociones y recuerdos.

Te dejo unas cuantas recomendaciones de esta lectura más diferente a la que nos tienen acostumbradas las novelas… espero acertar con alguna!
- Por qué a los italianos les gusta hablar de comida. Un itinerario a través de la historia, la cultura y las costumbres. Elena Kostioukovitch. Tusquets Editores.
- Una cena en Roma. Andreas Viestad. Siruela biblioteca de Ensayo.
- El país donde florece el limonero: la historia de Italia y sus cítricos. Helena Atlee. Ed. Acantilado.
- Leer a Maria Nicolau es siempre sinónimo de diversión y aprendizaje: su primer libro fue Cocina o Barbarie, y le siguó ¡Quemo! Memorias de una cocinera.
- Sopars a la fresca. Ensaladas, salsas, panes, marinados y otras recetas de verano. Myrto Kalle. Éste es un libro al que le tengo mucho cariño (tengo su primera versión, en catalán), repleto de recetas y anécdotas familiares de mi querida amiga griega.
¡Feliz verano!