La concepción de los bodegones se vio alterada a principios del siglo XIX con la invención de la fotografía. De hecho, podría decirse que la fotografía gastronómica nació en 1822 con una heliografía borrosa conocida como “La mesa puesta”, de Nicéphore Niépce, considerada la primera imagen de este tipo en la historia.
Más adelante, en 1846, William Henry Fox Talbot retrató un cesto de frutas (que incluía una piña, símbolo de estatus en el siglo XIX, que a menudo servía como regalo exótico para impresionar) como ya hizo siglos atrás Caravaggio… ¿te suena de algo? Y es que en los primeros años la fotografía gastronómica se inspiró en los bodegones clásicos del Barroco.
Pero eso, como muchas otras cosas, cambió con la llegada de la publicidad a color en los años 30. La fotografía de alimentos pasó a utilizarse para vender, llenándose de colores y mesas recargadas. Y entonces, el bodegón volvió a ser reflejo de los cambios sociales, poniendo la mirada en lo cotidiano.
Comer por los ojos
Si hay algo que disfrutamos haciendo es comer por los ojos, tarea que resulta en ocasiones igual de placentera si lo hacemos a través de imágenes. De esta conexión entre arte, emociones y comida hablamos también en este artículo sobre arte y gastronomía.
La fotografía gastronómica o culinaria es una rama especializada de la fotografía que se enfoca en capturar imágenes impresionantes de platos y alimentos. Resulta importante no solo para los chefs y restaurantes, sino también para los bloggers de comida, los editores de revistas y cualquier persona que desee compartir sus creaciones gastronómicas en línea. Al capturar imágenes atractivas de platos y alimentos, se pueden despertar las emociones y el apetito de los espectadores, ya sea a través de la publicidad, envases, cartas de restauración o incluso libros de cocina.

A nadie le amarga un like
La fotografía gastronómica es mucho más que imágenes de platos coloridos y apetitosos que incitan a ser degustados y que a menudo vemos compartidos en redes sociales con miles de likes.
En un mundo donde la primera impresión cuenta, las imágenes de calidad desempeñan un papel crucial al atraer a potenciales clientes. La fotografía bien ejecutada resalta la creatividad de los chefs, presenta la frescura de los ingredientes y comunica la atmósfera única del lugar (de un restaurante, por ejemplo).
Algunos de los aspectos más importantes de la fotografía gastronómica son la iluminación, la composición, el estilismo, el equipo utilizado (aunque el teléfono móvil nos sitúa en las redes con total rapidez) y la edición de la imagen.
Podría escribir en detalle sobre esto, pero podéis consultarlo en cualquier manual, y en cualquier web especializada. Solo deciros que, como pasa con las personas, hay platos o alimentos que son fotogénicos y otros que no lo son. Por lo tanto, lo primero que hay que determinar es si lo que queremos fotografiar es fotogénico o no. En caso contrario, hay que buscar alternativas para mejorarlo (añadiendo o quitando algo del plato o del bodegón o variando la iluminación o el encuadre; por cierto, la madera es cool!).

Los “Food Photography Awards”
La fotografía gastronómica representa mucho más que imágenes de platos con montajes coloridos y artísticos, también significa el reflejo y la identidad de un país, o de un grupo.
Considerados los premios más prestigiosos de la fotografía gastronómica a nivel mundial, las imágenes participantes en los Food Photography Awards retratan la comida en todas sus dimensiones: desde el cultivo y la recolección, hasta la preparación, el disfrute culinario y las celebraciones que giran en torno a ella. Cada fotografía tiene la capacidad de transportar al espectador a distintos lugares del mundo, resaltando el poder de la gastronomía para conectar personas y culturas. Os invito a acceder a su galería, váis a flipar.
En memoria
Quisiera finalizar este artículo recordando una fotografía muy conocida. En el año 1952 el fotógrafo suizo Robert Frank pasó una temporada en Valencia junto a su mujer Mary Lockspeiser.
Elliot Erwitt, amigo de la pareja los visitó y tomó esta foto de ambos en una cocina típica de Cabanyal (un humilde barrio de pescadores de Valencia), bailando. Y aunque no se trata de una fotografía gastronómica, sí retrata el ambiente de amor que necesitan los fogones.

Va dedicada a los yayos de mi compañero de blog, Víctor, a mi añorada abuela cocinera, y a todas aquellas personas que en su día a día nos regalan su cariño en todos los platos que nos cocinan, y realizan los fotogramas de la película de nuestra vida.