Si consultas en la página web del Ministerio de Cultura el apartado de Elementos declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, verás que se habla de la dieta mediterránea como “una forma de entender el entorno productivo, alimentario y social de la cuenca mediterránea como resultado de los intercambios y cruces de tradiciones de estos territorios a lo largo de los siglos.
Desde el punto de vista productivo y alimentario, podríamos describirla como un conjunto de conocimientos, competencias prácticas, rituales, tradiciones y símbolos relacionados con los cultivos y cosechas agrícolas, la pesca y la cría de animales, y también con la forma de conservar, transformar, cocinar, compartir y consumir los alimentos. Así, se conforma un modelo nutricional que se basa en el aceite de oliva, los cereales, las frutas y verduras, una proporción moderada de carne, pescado y lácteos, y abundantes condimentos y especias; todo ello habitualmente acompañado de vino o infusiones.”
Adoptar la dieta mediterránea es pintar con ingredientes llenos de vida: frutas y verduras frescas, aceite de oliva, cereales integrales, pescado y frutos secos. Este “lienzo alimenticio” aporta beneficios que se traducen en una mayor energía, alegría y bienestar: protege el corazón y mejora la circulación gracias a las grasas saludables del aceite de oliva y los omega 3 del pescado; ayuda a mantener un peso equilibrado sin renunciar al placer de comer variado y sabroso; reduce el riesgo de enfermedades crónicas como diabetes, cáncer y ciertas enfermedades cerebrales; promueve una mente más sana y un estado de ánimo positivo, reflejando el equilibrio entre cuerpo y alma.

LA DIETA MEDITERRÁNEA COMO PATRIMONIO ARTÍSTICO
La dieta mediterránea no solo es un estilo de alimentación, sino también un reflejo cultural que ha inspirado a artistas de todas las épocas. En la pintura, la poesía y la escultura encontramos escenas que muestran la abundancia de olivares, viñedos y mercados llenos de frutas, transmitiendo la esencia de este modo de vida saludable y equilibrado.
El aceite de oliva, llamado “oro líquido”, aparece en mosaicos antiguos y en frescos que representan su importancia en la vida cotidiana. El vino y las uvas han sido representados desde los mosaicos romanos hasta las bacanales mitológicas, evocando comunidad y celebración. El pan y los cereales suelen aparecer como símbolos de abundancia y sustento en bodegones y escenas religiosas. Las frutas y hortalizas de temporada han sido eternas protagonistas en la pintura, asociadas con fertilidad, vitalidad y renovación.
Desde los bodegones del Renacimiento hasta las representaciones impresionistas de almuerzos al aire libre, el arte ha capturado el simbolismo de la mesa compartida y la naturaleza como fuente de bienestar. Los pintores flamencos retrataron mesas repletas de pan, pescado y uvas, mientras que artistas italianos como Caravaggio plasmaron cestos de frutas maduras que evocan la riqueza agrícola del Mediterráneo. Aquí tienen un lugar también las caras de frutas y verduras de Giuseppe Arcimboldo.

La Última Cena de Leonardo da Vinci, más allá de su significado religioso, muestra alimentos propios de la dieta mediterránea como el pan, pescado, vino, y verduras, reflejando un menú sencillo, saludable y comunitario. Da Vinci, además de pintor, era un pensador que promovía una dieta mayormente vegetariana con legumbres y frutos secos, en línea con las bases mediterráneas.
LA MESA COMO OBRA DE ARTE
Lo mediterráneo no se limita al plato: es también la celebración de la convivencia. El almuerzo al aire libre de Claude Monet y escenas similares de Joaquín Sorolla son pinturas impresionistas y luministas que capturan el espíritu de compartir la comida en entornos naturales, reflejando la tradición mediterránea de convivir alrededor de la comida fresca y sencilla.
Como aquellas meriendas campestres de Goya, que tan bien transmiten el ambiente de la vida rural. Diego Rivera y Frida Khalo mostraron momentos íntimos y cotidianos con la familia y con alimentos tradicionales mexicanos, destacando la importancia de la cultura y la tradición.

La cocina mediterránea es, de algún modo, una pintura viva que se renueva en cada mercado, cada almuerzo familiar, cada vendimia. Los detalles en la comida, la disposición de la mesa, y las expresiones de las personas transmiten la alegría, el cariño y las historias que se tejen en torno al acto de comer juntos. Son una celebración visual de la conexión humana y las raíces culturales.