Dejar el azúcar es una de esas decisiones que tomamos no porque esté de moda ni por una dieta estricta, sino porque, en algún momento, algo dentro de nosotros dice: “Ya está bien. Es hora de cuidarme”. No se trata solo de fuerza de voluntad, sino de un proceso de autoconocimiento y de aprender por qué recurrimos al azúcar y qué otras cosas nos están pidiendo atención.
Reducir el azúcar puede ser una de las decisiones más poderosas, pero también más suaves. No te voy a pedir que lo dejes de golpe, porque el verdadero cambio comienza con el entendimiento de lo que está pasando dentro de ti.
No es solo lo que comes, es lo que sientes
El azúcar no solo está presente en los alimentos. Está en los recuerdos de nuestra infancia, en los consuelos emocionales y en esas pequeñas recompensas de los días difíciles. No se trata de prohibir el azúcar, sino de entender su papel en nuestra vida y reconocer los momentos en los que lo buscamos. Ese es el primer paso para liberarte de su control.
Como dice una famosa frase japonesa: “Kintsugi” (金継ぎ), que significa “el arte de reparar lo roto con oro”. Cada vez que tomas conciencia de algo que te impulsa a buscar azúcar, estás reparando ese vacío con algo más consciente y saludable. Es un proceso de transformación que, aunque no siempre se vea perfecto, es mucho más valioso.

Así que, esta semana, no te voy a pedir que elimines nada. Solo que te escuches. Observa cuándo y por qué te apetece algo dulce. Quizás sea después de una comida, cuando estás cansada o cuando te sientes ansiosa. Sin juzgar, solo observa.
Dejar el azúcar: Tu pequeño ejercicio (sin culpa y sin reglas)
Te invito a que te tomes unos días para observarte. Solo observa, sin juzgarte:
- ¿Cuándo te apetece algo dulce?: Después de comer, cuando te sientes estresada, cuando estás aburrida…
- ¿Qué tipo de azúcar sueles consumir?: Chocolate, galletas, refrescos, azúcar en el café…
- ¿Cómo te sientes después?: ¿Más tranquila? ¿Con energía? ¿Con culpa? ¿Con sueño? ¿Con más hambre?
Este simple ejercicio es ya un acto de amor hacia ti mism@, porque lo que estás haciendo es escucharte, sin prisas ni exigencias.
Un cambio pequeño (pero poderoso)
No te pido que cambies todo de una vez. Solo elige un momento al día para darte un placer que no esté relacionado con el azúcar. Puede ser algo tan sencillo como:

- Disfrutar de una infusión de canela o anís, cálida y ligeramente dulce.
- Comer fruta fresca con yogur natural
- Salir a caminar, sin móvil, solo contigo mism@.
- Escuchar una canción que te guste mucho.
- Sentarte cinco minutos a no hacer nada.
Estos pequeños momentos son los que crean un cambio real. Son momentos para ti, sin culpa, sin reglas, solo para ti.
Recuerda esta frase:
“No necesito perfección. Solo necesito empezar a escucharme.”
En la próxima semana, te compartiré un nuevo paso, siempre suave, siempre respetando tu ritmo.