Esta mañana me ha costado salir. No era tristeza. Era aire cargado. Y en este tiempo de alergia al polen en primavera, sé que no soy la única que lo nota. Lo veo en quienes estornudan sin parar, con los ojos enrojecidos y la voz apagada. En quienes llevan semanas sin dormir bien porque el cuerpo no les da tregua.
Dicen que algunas comunidades están en alerta roja. Que esta primavera se ha desbordado. Que las lluvias han hecho florecer lo hermoso… y también lo invisible.
Vivo cerca de un olivo. Lo observo desde la ventana. Es hermoso, sí, pero también me recuerda que no todo lo que florece es amable. A veces, hasta lo que huele bien nos duele. Y eso, en cierto modo, también es una lección.
Cuando el día está sobrecargado, observo cómo amigos, vecinos e incluso algunos clientes adoptan pequeños gestos para protegerse: se colocan mascarillas, usan gafas de sol grandes para resguardar sus ojos o tienden la ropa dentro de casa para evitar que el polen se adhiera.
Aunque no sufro alergia, estos actos me inspiran a cuidar también de mi entorno y de quienes me rodean. Son formas suaves de decir: te cuido.
Hoy, en cambio, me he quedado en casa. He abierto solo un momento la ventana. El aire era cálido, pero no me llamaba. Hoy no. A veces el cuerpo necesita silencio. No explicaciones. No heroicidades. Solo espacio.

Pienso en quienes están atravesando esta primavera con el cuerpo en pie de guerra. Y me nace enviarles algo suave. Un pensamiento que no cure, pero que acompañe.
Algunos gestos suaves
En casa me gusta recurrir a gestos que me han acompañado desde Japón. No curan, pero alivian. No solucionan todo, pero reconfortan. He adaptado algunas de estas ideas para que puedas encontrar fácilmente los ingredientes aquí.
Tisana templada de tomillo, menta y limón
Es fácil de preparar y reconforta la garganta cuando hay picor o fatiga. El tomillo limpia, la menta despeja, el limón da frescura. A veces le añado una cucharadita de miel si la tos me visita.
Beber una infusión también es una forma de recordarnos que el cuerpo necesita hidratarse, incluso cuando creemos que no tenemos sed.
Este artículo sobre el agua me lo recordó hace tiempo.
Inhalar vapor con eucalipto
Caliento agua, añado unas gotas de aceite esencial de eucalipto o unas hojas secas. Me cubro con una toalla y respiro, sin prisa. Solo unos minutos. Me ayuda a abrir la nariz… y calmar el ritmo.
Bolsitas de manzanilla fría para los ojos
Cuando noto que me escuecen o están hinchados, dejo enfriar dos bolsitas usadas y las coloco sobre los párpados. No hay ciencia, solo alivio.

Masaje suave en sienes y aletas de la nariz
Con los dedos limpios, se hacen pequeños círculos. Como quien se recuerda dónde empieza el centro. También detrás de las orejas, donde suele esconderse el cansancio.
Gafas grandes y una mascarilla de tela fina
No siempre salgo con ellas, pero cuando el viento sopla fuerte, son una barrera amable. No me protegen de todo, pero sí de algo.
Tender la ropa dentro de casa
Puede parecer un detalle mínimo, pero evita que el polen se quede adherido a sábanas, camisetas, toallas. Y eso se nota por la noche. No todo sirve para todo el mundo. Pero a mí, estos pequeños rituales me ayudan a hacer del malestar algo más habitable.
Estos pequeños cuidados forman parte de algo más grande: ese espacio íntimo que cada persona puede construir. Si te apetecen más gestos suaves como estos, puedes encontrarlos en mis rituales con Hiko.
Una frase que me acompaña
A veces no se trata de hacer más. Sino de hacer más suave.「少しずつ、楽になる。」(Shikoshizutsu, raku ni naru) que significa: Poco a poco, el cuerpo se alivia.
¡Hoy me quedo al otro lado del cristal, observando cómo se mueve el mundo. Desde aquí, también se puede acompañar. ¡Cuídate! Y si te apetece, deja un comentario con tus dudas.